Para Edgardo Carosella, laureado investigador argentino, la filosofía debe acompañar a la ciencia.
Después de casi cuarenta años dedicados a la investigación, durante los cuales recibió una lista inabarcable de distinciones -como la Orden del Mérito de Francia y la medalla Blaise Pascal 2009 para la ciencia y la tecnología en medicina, de la Academia Europea de Ciencias-, el doctor Edgardo Carosella, investigador argentino residente en París y director del Instituto de Hematoinmunología del hospital Saint-Louis, se siente cada vez más filósofo a la par de científico.
"Actualmente -afirma-, hay un solo conflicto real: la diferencia de progreso entre la ciencia y la reflexión filosófica: el científico le hace una serie de preguntas al humanismo que no puede responder. Desde el momento en que estamos haciendo leyes sobre bioética es porque perdimos de vista nuestra responsabilidad y la reflexión sobre lo que estamos haciendo científicos y médicos."
Profesor honorario de la Universidad del Salvador, coordinador del Programa Ecosur, entre Francia y la Argentina, y del programa conjunto entre la Comisión de Energía Atómica y el Ente Regulador de la Argentina, para Carosella la tecnología cambió completamente la concepción de la investigación en medicina. Tanto que hoy el científico pasó de ser un "buscador" a ser un "creador".
"Hasta 1980, más o menos, un investigador tenía que buscar y encontrar. No había otra posibilidad -dice-. A partir de ese momento, la biología molecular y el mayor conocimiento de la genética van a transformar a ese «buscador» en «creador»: creará nuevas especies, nuevas células, animales transgénicos, ratones con genes humanos… Es una revolución extraordinaria."
Y en este escenario cada día más complejo, ¿cómo conviven el filósofo y el científico? ¿Se llevan bien o mal?
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"El filósofo es el legislador de la ciencia, nos guste o no a los científicos". -
Fuente: La Nación (Argentina) / Por Nora Bär
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