La explotación de una turbina de 1 MW instalada en un parque eólico puede llegar a evitar 2000 toneladas de dióxido de carbono (CO2), si la electricidad producida ha sido emitida por centrales termoeléctricas.
Al tener en cuenta todos los eslabones de la cadena, la energía y los materiales que son necesarios tanto para la fabricación como para el desmantelamiento de las turbinas eólicas puede notarse que el balance de energía consumida es interesante. Se estudia, además, el ciclo de vida de las turbinas eólicas. Un aerogenerador de 2,5 MW, con una vida útil de unos 20 años en condiciones normales de explotación, puede producir hasta 3.000 MW por año, que alcanza para el consumo de alrededor de 1.000 a 3.000 hogares (según el consumo) por año. La vida útil de una turbina eólica se estima entre los 20 y los 25 años.
Se puede distinguir un “pequeño” aerogenerador (de pocas decenas de vatios hasta 10 KW) que sirve para el bombeo de agua o para dar electricidad a los sitios aislados, de los aerogeneradores más potentes (de 50 KW a 3 MW) conectados a las redes eléctricas que son los que tienen cada vez mayor desarrollo. Estos últimos se encuentran, generalmente, reagrupados en lo que se denomina parque eólico, granja eólica o central eólica.
Los detractores de los parques eólicos en los países industrializados suelen argumentar que contaminan el paisaje, son ruidosos y poseen una producción insuficiente para cubrir las necesidades energéticas. La energía eólica debe ser considerada como una fuente de energía nueva, una energía limpia, en evolución y complementaria a otros tipos de producción. En cuanto a las molestias que puede llegar a ocasionar, serán siempre mucho menores que las provocadas por otra clase de energías como, por ejemplo, la energía nuclear que posee una repersión más grave en nuestra calidad de vida.
Fuente: Erenovable
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